viernes, 21 de septiembre de 2012

Fútbol: una forma de entender la vida

El texto que sigue es una reflexión profunda y sagaz, rebosante de hondura y comprensión del corazón humano y del fútbol. El nombre del autor se conocerá al final. Utilizaba éste y otros artículos del mismo autor con alumnos en los cursos de sicoética en la pastoral universitaria de la Universidad IV de Roma (2006-2008). Casi siempre ocultaba hasta el final el nombre del autor. La experiencia me dice, y espero que no sea un prejuicio mío, que nuestras lecturas muchas veces están sesgadas por el “criterio de autor” y no estamos abiertos a aportaciones que luego reconocemos, siendo honestos, fecundas. Sucede lo mismo con el desconocimiento y rechazo que se tiene a veces de Cristo, como autor de un pensamiento metafísico y no sólo. Vayamos pues al texto, esta noche, independientemente del resultado de la final europea entre los dos atléticos: ganará el fútbol.


 “Cuando se hojea la prensa y se escucha la radio, se comprueba enseguida que hay un tema dominante: el fútbol y la liga de fútbol. Este deporte se ha convertido en un acontecimiento universal que une a los hombres de todo el mundo por encima de las fronteras nacionales, con un mismo sentir, con idénticas ilusiones, temores, pasiones y alegrías. Todo esto nos revela que nos encontramos frente a un fenómeno genuinamente humano. Surge espontánea la pregunta sobre el por qué de la fascinación que ejerce este juego. El pesimista contestará que es una repetición más de lo que ya se experimentó en la antigua Roma: pan y circo; panem et circenses.

Pero, incluso si aceptáramos esta respuesta, tendríamos que preguntarnos: ¿y a qué se debe semejante fascinación, que lleva poner el juego junto al pan, y a darle la misma importancia? Volviendo de nuevo en la antigua Roma, podríamos contestar a esta pregunta diciendo que aquel grito que pedía pan y juego era la expresión del deseo de una vida paradisiaca. En este sentido, el juego se presenta como una especie de regreso al hogar primero, al paraíso; como una escapatoria de la existencia cotidiana, con su dureza esclavizante.

Sin embargo el juego tiene, sobre todo en los niños, un sentido distinto: es un entrenamiento para la vida.

A mi juicio, la fascinación por el fútbol consiste, esencialmente, en que sabe unir de forma convincente estos dos sentidos: ayuda al hombre a autodisciplinarse y le enseña a colaborar con los demás dentro de un equipo, mostrándole como puede enfrentarse con los otros de una forma noble.

Al contemplarlo, los hombres se identifican con ese juego, haciendo suyo ese espíritu de colaboración y de confrontación leal con los demás.

Desde luego, la seriedad sombría del dinero, unida a los intereses mercantiles, pueden echar todo esto a perder.

Al pensar detenidamente en todo esto, se plantea la posibilidad de aprender a vivir con el espíritu del juego, porque la libertad del hombre se alimenta también de reglas y de autodisciplina.

En todo caso, la visión de un mundo que vibra con el juego debiera servirnos para algo más que para el entretenernos, porque si fuéramos al fondo de la cuestión, el juego podría mostrarnos una nueva forma de entender la vida”.

Antes de ser elegido Papa, el cardenal Ratzinger escribió en un libro que recoge su pensamiento como teólogo y autor espiritual, -Mitarbeiter der Warheit- este artículo sobre el fútbol.

Luis Sánchez Francisco

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