domingo, 2 de septiembre de 2018

LA TIERRA: NUESTRA CASA COMÚN

“A PRINCIPIO CREÓ DIOS  EL CIELO Y LA TIERRA” (GÉN 1,1)
Te llamamos “Madre Tierra” porque haces posible la vida. Aunque la fuerza no proviene de ti, como toda madre, eres imprescindible.
Te pusiste en movimiento hace millones de años y, desde ese momento, no has dejado de girar, con regularidad y sin descanso, para facilitar que seres de distinta naturaleza y especie vivieran y evolucionaran sin límite.
El tiempo, para ti, tiene otro sentido. Millones de años son como un instante y cada amanecer hace nacer algo más que una jornada.
Cuando llegó el momento adecuado emergió la dimensión consciente, racional e inteligente de la vida: la humanidad. Has puesto tu fuerza en la diversidad y relación de todas las formas de vida que han brotado de ti y esto te ha hecho sobrevivir a lo largo del tiempo y te ha permitido crear una verdadera comunidad de vida única.
Sólo la comunión entre la creación y la humanidad nos hará avanzar hacia la plenitud.
Tú no nos perteneces, te pertenecemos, pero tenemos el deber de preservarte y protegerte. Dios nos necesita para que esto sea posible y nos ofrece a su Hijo, Jesucristo, para que nos muestre el camino que haga de ti nuestra “casa común”.

SALMO 8

Señor Dios nuestro que admirable es tu nombre,en toda la tierra,  en toda la tierra.
Cuando contemplo el cielo obra de tus manos,
la luna y las estrellas que has creado.
Y qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el ser humano para mirar por él.
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste en todo de dignidad y gloria.
Le diste el mando sobre las obras de tu creación,
lo sometiste, todo, bajo sus pies.
Rebaños de ovejas y hasta las bestias del campo.
Todos los peces del mar, las aves del cielo.
Le diste el mando sobre las obras de tu creación,
lo sometiste, todo, bajo sus pies.